Autor: jesus calvo

Hoy hemos pisado terrenos nuevos, inexplorados, vírgenes para nosotros, que nos han subyugado, que nos han sorprendido por su belleza y dureza en algunos momentos. Aunque esto de la dureza siempre depende del lado desde donde se mire.

A pesar de estar tan cerca de montes por los que hemos pasado y accedido, esta perspectiva tan distinta nos ha cautivado y nos ha llevado más lejos de la pura situación de los propios montes.

Muchas veces te sientes en otra parte, perdido en la infinitud de las montañas, sobre todo si no conoces las aristas que están ocultas por no pasar por esos lugares. Todo es distinto aunque sea igual. Todo cobra otra dimensión aunque estés pegado a sitios conocidos, todo cambia según el punto de vista.

Y hoy, el punto de vista lo hemos tenido distinto, pero no distante. Diverso, cambiante y muy muy agradable a la vista.

Hay veces que la climatología no se alía con nosotros. Nos pone a prueba, nos reta a desafiarla, nos incita a subir con unas condiciones malísimas. Pero nosotros casi siempre recogemos el guante y provistos de lo necesario comenzamos una aventura que nunca sabemos cómo terminará. Pero siempre suele terminar bien. Como este domingo, que cada grupo fue capaz de hacer el recorrido previsto, en tiempo y forma.

Nos esperan más aventuras y no solo de la misma catadura. Vendrán días de calor intenso, de cerradas nieblas y de otros elementos atmosféricos que pondrán a prueba nuestra dedicación, nuestra ilusión, nuestras ganas por seguir disfrutando de la montaña.

Fago se me ha clavado como una espina en la piel. Mis recuerdos son casi siempre angustiosos desde la primera vez, desde que los matorrales hicieron sangrar las piernas desprovistas de vestimenta.

Hoy, aunque el día ha sido más redondo, más agradable, más llevadero, no lo ha sido para todos. Los rasguños por la maleza han vuelto a resurgir, a dejar señales en los brazos desnudos, un pequeño accidente ha hecho sangrar a un compañero y en el fragor de la batalla, han caído presos de la naturaleza esquiva, tres montañeros perdidos por los caminos adyacentes  a la ruta principal.

Un día con claroscuros que pone un hándicap más para pensar si hay que volver a pasear por las inmediaciones de Fago, aunque al final, todo haya quedado en una aventurilla.

Pasear por ciertas zonas trae recuerdos que están perdidos en franjas recónditas del cerebro y te llevan a aquellos años y a aquellas situaciones parecidas a las que estás viviendo.

 Pero tal vez sea un espejismo de la edad, una sensación traicionera fruto de la mente. Era yo el que años atrás pisaba estas sendas o quizás era otro, otro yo.

Lo que vamos haciendo en la vida impregna nuestro destino y lo nutre de experiencias para seguir adelante, pero el recuerdo es una visión del pasado engañosa. No somos nosotros los que anduvimos por esos parajes, sino el otro yo, el de antes, ese joven intrépido que ya no tiene nada que ver con lo que hoy somos. Solo con el poso que nos dejó.

Perdidos entre la frondosidad del paisaje, buscamos una salida que nos permita saborear la luz de esta luminosa mañana.

Pero entre la hojarasca se esconden magníficas oquedades que dan a la marcha una visión sublime del panorama por el que transitamos.

Hay que mirar alrededor para descubrir todo lo que la naturaleza ofrece. Hay que sentir el espectáculo que se esconde en cada paso, en cada rincón de este recóndito trozo de entorno navarro.

El espectáculo del agua que hemos disfrutado este domingo ha sido apoteósico. Llevábamos pidiendo lluvia mucho tiempo y al fin la hemos tenido. Por arriba, por abajo y por los lados.

Hoy el clima ha hecho un hueco en la sequía para darnos una ración del líquido elemento como hacía mucho tiempo que nos daba.

Hoy el agua ha sido el protagonista del recorrido y nos hemos adaptado a él. Los montes previstos para este día tendrán que esperar a que podamos posar nuestros pies sobre sus cumbres en otros momentos menos húmedos.

Uno no sabe cómo se va a desarrollar el recorrido hasta que no está inmerso en él. Siempre depende de la climatología, del terreno y de las ganas. Pero hay veces que se agrupan varias circunstancias y salen días redondos donde se disfrutan tanto el paisaje como el propio camino.

Las flores que adornar la marcha, las espectaculares vistas desde las alturas, y el itinerario del domingo, nos ha dejado un sabor de boca que queremos degustar de nuevo en otra ocasión. Ha sido de esos días en los que volver se hace necesario para saborear con más calma lo que no ha dado tiempo de hacerlo en este día.

Uno se va satisfecho y alegre y a la vez ansioso por regresar para seguir sintiendo y viviendo sensaciones tan placenteras como las vividas el domingo.

A los que han diseñado el recorrido, enhorabuena. Y a los que cumplieron años, felicidades. Porque terminar un día con tanta fraternidad, ha sido un acierto para hacer de esta jornada inolvidable

El verdor va tomando forma inundando el paisaje, enarbolando con su brillo la apuesta de la naturaleza. Todo tiene que seguir su rumbo, cada cosa en su momento. Y ahora es el momento de la primavera, del renacer a la vida.

La niebla que a nosotros nos nubla el semblante, es la fuente desde donde se sustenta el panorama que vemos cuando escasea el agua; y debemos dar gracias, gracias por devolvernos estos parajes, estos bosques donde paseamos y perdemos un poco la sensación del tiempo y del espacio.

Perderse por estos rincones por unas horas, es encontrarse con uno mismo, y descubrir que todavía nos queda un punto de asombro y de inquietud. Si la vida son cuatro días, vivámosla con la primavera metida dentro, con su fulgor y sus ganas de seguir como si nada pudiera cambiarla