Hoy tengo las musas en rebeldía y no me permiten escribir con fluidez un relato que haga justicia a lo acaedido este pasado domingo.
Por ello, os dejo sin mas las fotos, eso si, con la cámara ya recuperada de la caída
Hoy tengo las musas en rebeldía y no me permiten escribir con fluidez un relato que haga justicia a lo acaedido este pasado domingo.
Por ello, os dejo sin mas las fotos, eso si, con la cámara ya recuperada de la caída
Volvemos a las salidas mañaneras después de otro verano por el pirineo y otros lugares.
Hoy una suave marcha por las estribaciones de Baratxueta, en un día que ya se ha notado el incipiente otoño. Un a mañana fresca al comenzar, un frio penetrante en la cima y el calor persistente al bajar y acercarse el punto álgido del sol sobre nuestras cabezas.
Hacía tiempo que no tomábamos una foto al completo de los excursionistas y hoy por la poca dureza de la marcha y la tranquilidad de los ansias, hemos podido quedar todos retratados para la posteridad.
Seguiremos caminando, subiendo y disfrutando de estos parajes, sobre todo por tierras navarras, en esta nueva etapa en la que nos espera un tiempo cambiante, propio de la estación que nos ocupa.
La previsión de lluvia se cernía sobre nosotros como una losa a punto de caer. Las mochilas provistas de todos los artilugios para la tormenta que se acercaba, mientras subíamos por los riscos cercanos a Pasaia.
El tímido sol aparecía de vez en cuando llenando de gozo nuestro cuerpo. Las nubes seguían en el horizonte amenazando la marcha, pero nosotros a lo nuestro. A transitar por las praderas que primero nos llevarían a Jaizkibel y tras otros pasos, hasta destino en Hondarribia.
Mientras, disfrutando de las vistas que nos permitía el nublado día.
Cuando ya se olía el mar y cuando las previsiones eran peores, el cielo se fue poblando de azul, de transparencia y los últimos kilómetros nos proporcionaron lo que se busca cuando se pasea por la cercanía del mar. Unas vistas de sus azules aguas, las olas rompiendo sobre las rocas y la inmensidad entrando en las pupilas.
Lo que pudo ser una excursión pasada por agua, fue una caminata agradable y llena de gozo.
Hoy el azul ha dominado el panorama. La claridad de la mañana y la agradable temperatura auguraba una caminata serena y tranquila. Pero el tiempo apremiaba, la cocina no espera a los sufridos montañeros y había que transitar por los parajes de Sierra Cebollera con premura. Para ello, decidimos invertir la ruta y darle marcha al cuerpo a primera hora y según el horario llegando a la cima, modificar un poco el ritmo para llegar en hora. Todo fue más o meno como lo previsto, menos el poder disfrutar de la cima. Un viento helador nos hizo desandar el camino con prontitud. Con el horizonte totalmente despejado no se aprecia el frio metiéndose por los resquicios que deja al aire la ropa.
Pero unos metros más abajo, resguardados por los árboles volvimos a sentir el suave calor del día.
En las postrimerias del recorrido, pudimos deleitarnos con las cascadas que proliferan por esos parajes, haciendo de la excursión un paseo agradable que merece la pena repetir.
La mañana nos ha recibido con una ligera lluvia, un recordatorio que el otoño está cerca y que nos esperan más lluvias, más cambios de tiempo a partir de ahora.
Pero fieles a nuestro empeño, si cae, nos cubrimos y la marcha no se detiene por los imponderables del clima. Hoy, un paseo junto al mar, una marcha para fundirnos entre la tierra y el agua. Un mar y montaña
Una excursión tranquila, salpicada del verdor del paisaje y del barro por los caminos, en otro momento polvorientos, por los que hemos transitado sin percances.
Algunos de los caminantes nos dejarán hasta el próximo verano, donde nos volveremos a ver y a disfrutar de las cimas pirenaicas y de estos paseos alrededor de alguna playa.
Otros, por desgracia, nos han dejado para siempre esta semana, aunque siempre estarán con nosotros, en nuestra memoria y en nuestras charlas. Aunque el autobús estaba lleno, la falta de nuestros amigos José y Dionisio se hizo patente. Os recordaremos con cariño y de vez en cuando en esas conversaciones que nos permiten las marchas, saldréis a relucir en los recuerdos.
La próxima semana volveremos a nuestras marchas mas habituales, a subir alguna montaña para divisar el horizonte donde uno se siente poco más que una mancha, pero al mismo tiempo el rey de lo que la vista alcanza.
Comenzábamos la mañana por senderos de tierra húmeda que presagiaban resbalones por doquier. Pero al llegar a los claros, el terreno cambió de rumbo. Las piedras entre la maleza sobresalían sin dejar a la vista el suelo. Una trampa de hierbas y pequeños arbustos con continuos escalones. Las piedras eran más nuestras aliadas que nuestras enemigas. Si alguna vez nos ha encantado pisar piedras, esta ha sido una de esas veces.
El recorrido hasta lo más vistoso del día, un continuo subir y bajar, sobre todo la cabeza para encontrar el paso perfecto y no perderla en algún despiste. ( al que le pasó fue mas un susto que otra cosa)
Una vez llegamos a los ojos, se nos inundaron de brillo, los nuestros, nuestros ojos, de ver el panorama que teníamos delante. Después de cientos de fotos, poses y buen ambiente, de nuevo la bajada, la última del día, para el merecido descanso. Pero aquí nos atacó una banda de insectos que dejó picotazos a unos cuantos. Al menos al que esto escribe, le acribillaron. Todavía siento sus garras en mi carne. Además de unos cuantos resbalones y alguna caída sin importancia. Tan solo la que recibió la cámara, que en un traspiés, se rompió la correa que se sujetaba a mi cuello y cayó rodando dos o tres metros, rompiéndose algo por dentro, algo que nos mantendrá apartados unos días si es que se puede recuperar.
Otro día más que regresamos a la rutina, aunque sea para prepararnos para la siguiente marcha por los abruptos terrenos cercanos a Orio
No hay días iguales en la montaña. Por más que repitas las distancias, los montes, los paisajes, cada día te sorprenderán cosas diferentes, situaciones nuevas que darán a la marcha distinto significado.
Influye el tiempo atmosférico, el tiempo lineal, ese que nos hace más viejos, acercándonos a pasos agigantados hacia la nada. También con quien caminas, el humor que gasten ese día, tus alegrías y tus tristezas.
Todo influye para sentir la montaña; distinta, diferente, pero siempre atractiva, siempre está ahí para sentir el calor o el frio de sus colinas, el aire apaciguador o cortante que emana en las aristas propensas a ello.
Hoy la niebla no nos ha permitido disfrutar de las distancias largas, pero si de las cortas, donde la vista del grupo se siente más cercana, mas armoniosa. Y al final, la cumbre, sin distracciones, solo ella, esperando al pelotón para decir tan solo ya has llegado, ya has cumplido tu propósito del día.
Y después de unos minutos de compenetración con la montaña, tan solo resta volver al principio, al relax tras el esfuerzo, a la calma y al recuerdo de lo realizado.
Para echar una vista atrás, unas fotos de 2018, LINZA -ACHERITO-OZA
Una bocanada más, un poco de aire para subir por las pedregosas pendientes. Queda un mundo para la cima, pero no lo sabes, tan solo te preocupa el siguiente paso, el próximo que te acercará un poco más al objetivo del día.
Pero si no es así, si no puedes, si no es tu día, no te preocupes. Disfruta de la grandiosidad del panorama, relájate entre las sombras que riegan el camino y plantéate otros objetivos, otras metas que hagan de la mañana un bonito día.
Luego podremos disfrutar con las fotos de los que han sido capaces de llegar y transmitir su mirada para el disfrute de los demás.
El tiempo va mermando la aptitud de subir las admiradas cumbres que pueblan el precioso pirineo.También el calor lastra las habilidades de cada uno. Pero el ánimo todavía no aminora, nos hace capaces ante los problemas o las dudas.
Así, algunos esforzados de la marcha, después de recuperar fuerzas en el lago Aule, terminamos subiendo hasta el destino del día, el pico Gaziés, desde donde se divisaba tal cantidad de montañas que quedamos boquiabiertos al contemplar tal panorama.
Sabemos que las cimas a veces tienen su recompensa y días como este 4 de agosto, con una claridad apabullante, nos la ha premiado a los que hemos sido capaces de llegar hasta su cima.
Quizás otros días nos veamos obligados a dejar las montañas sin pisar, sin ver sus paisajes en derredor, pero eso será en otro momento. Hoy toca recordar, revivir el instante y regocijarse por lo conseguido.
Otra vez el asalto al castillo ha tenido final feliz. Las nubes le daban a la mañana un semblante taciturno, triste, pero poco a poco, el sol ha hecho su presencia dejando un panorama precioso para fotografiar todo el recorrido de nuestra marcha.
como siempre en estas excursiones, los grupos se van formando solos, por capacidad de sus componentes o por las ganas de llegar más rápido al destino. La dispersión es una consecuencia de ello.
Pero al final, todos los que quieren llegan, incluso los más atrevidos que retuercen la ruta para llegar con más kilómetros y más desnivel en las piernas.
Después tan solo queda el regreso, la bajada, que suele dar de vez en cuando algún susto, pero que casi siempre queda en nada.