GR220-2024-10-20

Seguir la senda paso a paso, llegar sin sentir el esfuerzo, sin desmayarse, apenas coger una bocanada de aire y respirar , atrapar de nuevo el oxígeno dejado en la subida y continuar por las sendas en pos del siguiente pico, del nuevo reto del día.

Esa es nuestra forma de caminar por la montaña. Pero de vez en cuando una piedra mal pisada, un agarre resbaloso, un pie indebidamente puesto, te llevan a dar con tus huesos en la tierra. Y ruedas vertiginosamente por los suelos llenos de rocas puntiagudas, de ramas cortándote el paso, de maleza dispuesta para atraparte entre sus garras.

Cuando te repones, lleno de barro, hojas y despiste, te sientes como un animal enjaulado que ha salido del cautiverio y no sabe donde está. El cuerpo no es el tuyo, el dolor se instala por toda tu piel, por tus huesos y la cabeza huye despavorida girando alrededor de todo lo que le rodea.

Si todo va bien, en unos minutos el cuerpo se recompone, se alinean todos los resortes del organismo y puedes seguir el camino un poco mareado y dolorido pero tranquilo. Si no va tan bien, es necesario parar e intentar recomponer el organismo con pausa, y quizás con tratamientos, reposando y viendo como el recorrido hay que dejarlo para cuando la cabeza disfrute de una quietud en la que las cosas no floten alrededor de la propia realidad.

Hay veces, como la de este domingo, que lo importante no está en lo que hicimos, sino en lo que haremos. Dar un paso atrás y seguir por la senda de la cordura, esperando a los amigos para recorrer juntos los deliciosos trayectos de la montaña.