febrero 11, 2025

Cuando una persona es muy habitual en las marchas y de repente un día no viene, se nota enseguida una ausencia, un vacío que te deja un poco huérfano, a pesar de que el grueso de los habituales vengan. También sucede al revés, cuando aparece alguien que no se prodiga, verle de nuevo produce una alegría que no se manifiesta todos los días que si viene.

Hoy ha sido un día de esos, de ausencias y de reencuentros, de volver a vernos y de sentir cierto abandono.

Pero los que si hemos estado, lo hemos disfrutado de lo lindo. Un precioso y luminoso día de invierno en el que el sol se metía por los poros, haciéndonos sonreír y gozar del astro rey.

La marcha, a veces por pedreras y otras por sendas bien marcadas, nos han hecho meter la pata un par de veces, aunque pocos metros, tratando de continuar por donde no se debe.

La ruta ha sido un placer para los sentidos, el cielo despejado, las sombras sobre el bosque, esos árboles centenarios que jalonan parte del camino y el suave peregrinar por las veredas que nos han conducido hasta el final de la ruta.

Un paseo sumamente agradable, que estamos acostumbrados a realizar cada cierto tiempo y que hay que seguir guardando en la recámara para volver cualquier año de estos.

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