Hay días que la misión es subir lo más alto posible para divisar desde la cumbre todo el panorama que nos regala el horizonte. Otros como el de este pasado domingo, que subir solo tiene la misión de llegar a un punto muy concreto: perderse entre la maleza y las rocas para disfrutar de esas pequeñas aberturas que dan al paisaje una dimensión diferente.
Son días para no correr, para pararse en las aristas, para saborear lo que se nos ofrece.
Pero nosotros siempre queremos más. Más rápido, más huecos, más cimas. Y siempre terminamos sin poder degustar con calma la naturaleza.
Eso sí, algunas veces como la de este pasado domingo, cambiamos la degustación de la naturaleza por la de la vida contemplativa a través de una cervecita y un poco de relax platicando distendidamente en el bar del pueblo.
Como antigua compañera de montaña Amaya, mis condolencias a todos. Y aunque he trasladado mi pésame a Asun y a…