Ya el otoño comienza a dejar sobre los campos su huella. Algunas plantas se van enmustiando, la tierra agrietada espera el alivio de la lluvia anunciada y el sol apenas golpea al amanecer cubierto con un manto de nubes.

Los caminantes apuramos el paso para llegar a destino con estas condiciones tan amigables, y vamos cubriendo los kilómetros deteniéndonos entre las ruinas del castillo de Roita y en las cumbres del día para observar desde los promontorios todo lo que la vista nos ofrece.

En los alrededores pequeños bosques que tendremos que sortear para llegar a destino, y en la lejanía, el pirineo entre pequeñas brumas que se divisa límpido, sin ninguna capa de nieve todavía.

Mirando al cielo, ese otoño prometido todavía se empecina en no aparecer y tan solo las nubes dan una pequeña apariencia, pero el calor se instala en las postrimerías de la marcha y llegamos sudorosos en busca de la recompensa del día. Beber y comer en buena compañía.

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