Ayer, cuando la calma reinaba entre los esforzados de la ruta dando cuenta de la reparadora comida, cuando el silencio solo era roto por los truenos de la lejanía, cuando nadie esperaba la ansiada lluvia, llovió; llovió con ganas, con ahínco, con ambición.
Nos pilló tan desprevenidos que todavía alguien disfrutaba de la naturaleza a varios kilómetros, en pleno monte.
Nos pilló tan desprevenidos que los bares fueron refugio de otros durante un buen rato.
Nos pilló tan desprevenidos que mojamos nuestro orgullo para poder secarnos dentro del autobús.
Llovió durante mucho tiempo, cayó granizo, se formaron torrenteras donde nos encontrábamos, pero tuvimos suerte. Al final de la odisea húmeda, regresamos a nuestra tierra, sin grandes problemas.
Tan solo otra tormentita más mas para regar la parada que solemos hacer en el camino de vuelta.
Para el próximo día será imprescindible la capa, aunque sea para ir a la prostática sin problemas.
Como antigua compañera de montaña Amaya, mis condolencias a todos. Y aunque he trasladado mi pésame a Asun y a…