
Ascender hasta llegar a la cumbre
aunque sea entre la densa niebla
que brota cada vez más tupida.
Esa es la paradoja del montañero.
No importa cuán grande sea su impedimento
porque el destino está marcado de antemano.
Hay que subir, llegar hasta la cúspide
para poder sentir la satisfacción
del deber cumplido.
Nos debemos a la montaña
y hacia ella vamos,
aunque dejemos de vez en cuando
parte de nuestra propia vida.
Que razón tienes Iosu, cambia totalmente la perspectiva que tenías y la que has visto hoy no tiene nada que…