Si no fuera por el dolor persistente que me ha acompañado en la excursión de este pasado domingo, diría que ha sido una marcha perfecta. La temperatura fresca al principio se fue caldeando hasta permitirnos quitar alguna de las capas con las que nos protegemos estos invernales días.
No sé si es la luz, o que ya venimos predispuestos, pero el ambiente alegre se palpaba a cada paso del camino, incluso cuando el camino era más de cabras que de personas.
Legamos al destino sin demora y la comida estuvo plagada de humor y camaradería.
Que más se puede pedir un domingo perdido de un mes de enero de un año cualquiera.
Solamente que se repita y que nos volvamos a ver en otra parecida.
Pero a ser posible, sin dolor.
Como antigua compañera de montaña Amaya, mis condolencias a todos. Y aunque he trasladado mi pésame a Asun y a…