Transitar por sendas pedregosas, subir, sentir la respiración que fluye con el paisaje. Admirar el dibujo del horizonte, repostar en un claro del camino mientras el sol penetra por los poros, apreciar como la naturaleza cambia y se adapta a las estaciones, y regresar satisfecho después de recorrer una ínfima parte del mundo donde residimos.
¿Qué más se puede pedir?
Como antigua compañera de montaña Amaya, mis condolencias a todos. Y aunque he trasladado mi pésame a Asun y a…