Los recuerdos suelen ser selectivos. Recordamos situaciones especiales pero escorándonos más hacia contextos de disfrute, de alegría. Las penas siempre se recuerdan menos.
Por eso, no sé si el recuerdo que tengo de los días de lluvia en el monte son reales o inventados, pero a mi memoria no viene un día tan lluvioso como este domingo, los hemos tenido, pero en algún momento nos ha permitido levantar la cabeza y mirar hacia el horizonte en busca de la nueva borrasca.
Pero este domingo ha sido agobiante, agua sin cesar y alrededor de nuestros pasos el líquido elemento acompañándonos e inundando los caminos. Ríos continuos a nuestros pies y agua sobre nuestras cabezas diluyendo la consciencia entre la humedad emanada.
Cuando estás caminando con esas inclemencias, siempre hay dentro de ti algo que te martillea, que te dice al oído pero qué estás haciendo aquí, vuelve, quédate en el calorcito agradable de tu casa. Pero al terminar, cuando todo acaba, y ves la lluvia entre los cristales del autobús, o sentado tomándote una cervecita, solo sientes que al final la aventura a tenido sentido, que la vida está compuesta de esos pequeños momentos y que para que sucedan unos, también es necesario vivir con alegría y humor los otros.
Que la vida nos depare más aventuras, pero a ser posible, más secas.
Como antigua compañera de montaña Amaya, mis condolencias a todos. Y aunque he trasladado mi pésame a Asun y a…