De la montaña al mar y del mar a la montaña. Un día diferente que nos ha llevado a disfrutar de los dos elementos a la vez. Una ruta marcada por el agua que delimitaba una parte del recorrido. Una imagen en la retina siempre presente. Un océano a nuestros pies, y los montículos esperando, erguidos como imponentes moles impidiendo el paso a las mareas.
Desde las alturas, la contemplación de su fisonomía impresiona y fascina. El mar abunda, no solo como algo físico, palpable, sino también como algo etéreo. La poesía se nutre con influjo, y ayudada de la luna nos transporta a mundos mágicos y oníricos.
Pero nosotros somos más de montaña, de sentirla bajo las pisadas, vivirlas a través de sus bosques y alcanzando sus cumbres abrir los ojos y contemplar toda la naturaleza que se envuelve en ellas.
Hoy hemos subido poco, pero suficiente para percibir todo el encanto que surge al estar en dos sitios a la vez. El mar y la montaña.
Como antigua compañera de montaña Amaya, mis condolencias a todos. Y aunque he trasladado mi pésame a Asun y a…