El silencio de las hayas, recluidas tras una capa de nieve, traspasa su mutismo al ambiente. Nada ni nadie osa traspasar ese umbral de calma. Apenas nuestros pasos le dan un silencio rítmico al entorno. La pureza del paisaje penetra en nuestro semblante y nos lleva mudos por los caminos para no desentonar del paraje.
No hay pájaros cantores, ni siquiera el viento se ha dignado aparecer para no romper la armonía del instante. Las nubes también han aportado su imagen dando unas pinceladas entre negro y blanco para no enturbiar con su fuerza la unidad de una sosegada mañana.
Como antigua compañera de montaña Amaya, mis condolencias a todos. Y aunque he trasladado mi pésame a Asun y a…