AMAYA MONTAÑA

Entre tormenta y tormenta, el tiempo de este septiembre nos ha dado una tregua para disfrutar de las vistas desde el parque natural de Pagoeta.

A pesar de ello, también hemos sufrido los rigores del verano que parece que no está dispuesto a abandonarnos. El calor y la humedad nos han acompañado durante el trayecto, pero siempre estamos dispuestos a sufrir las inclemencias del tiempo, si con ello podemos deleitarnos con las cumbres y con las panorámicas que tenemos en nuestra perspectiva.

Poder disfrutar de la visión del mar y las montañas a la vez es una oportunidad que nunca rechazamos. Ya vendrán otros momentos durante el año que sumergidos entre la espesura de los bosques, busquemos la frondosidad de los mismos, el verdor del campo, la niebla que inunde los caminos y las cimas rodeadas de más y más montañas.

Pero este 10 de septiembre nos hemos fundido con el paisaje entre el mar y la montaña.

De la montaña al mar y del mar a la montaña. Un día diferente que nos ha llevado a disfrutar de los dos elementos a la vez. Una ruta marcada por el agua que delimitaba una parte del recorrido. Una imagen en la retina siempre presente. Un océano a nuestros pies, y los montículos esperando, erguidos como imponentes moles impidiendo el paso a las mareas.

Desde las alturas, la contemplación de su fisonomía impresiona y fascina. El mar abunda, no solo como algo físico, palpable, sino también como algo etéreo. La poesía se nutre con influjo, y ayudada de la luna nos transporta a mundos mágicos y oníricos.

Pero nosotros somos más de montaña, de sentirla bajo las pisadas, vivirlas a través de sus bosques y alcanzando sus cumbres abrir los ojos y contemplar toda la naturaleza que se envuelve en ellas.

Hoy hemos subido poco, pero suficiente para percibir todo el encanto que surge al estar en dos sitios a la vez. El mar y la montaña.

Ha regresado el invierno por momentos. La lluvia, la niebla y el fuerte viento racheado por los resquicios más desprotegidos de la ruta, han provocado la vuelta a terrenos más resguardados.

La previsión de coronar el Urbion y otras cimas adyacentes, se ha quedado para otra ocasión.

Nos hemos resignado con las vistas de la laguna negra y su entorno, en una mañana de verano que nos ha recordado lo que nos espera en poco tiempo.

Pero los amantes de la montaña estaremos a ello, a disfrutar cuanto y como se pueda en cada ocasión que salgamos a ella.

A mal tiempo buena cara, dice un refrán que refleja como nada ni nadie lo que llevamos sobre los hombros cuando salimos a caminar. Y este domingo en la laguna negra se ha hecho realidad.

Estos días no he parado de darle vueltas a la noticia de la muerte de un porteador del Himalaya, y a lo que algunos han escrito sobre ello

Me ha llamado la atención especialmente los que hacen hincapié en la deshumanización de la montaña. Que todo se convierte en subir, en hacer cumbre y en jactarse de ello, sin importar qué, cómo y con quién. Sin ver lo que les rodea, sin sentir la montaña como un sitio donde mirar la naturaleza y apreciar el latido dela vida alrededor.

Por ello, me ha gustado mucho la marcha de este domingo. Sin cumbres relevantes, sin desniveles achicharrantes y con la vista puesta en los pequeños detalles que nos ofrece un paseo algo más sosegado que otros domingos.

Subir y contemplar los horizontes apreciando todo lo que aparece a tu paso es una de las maravillas que podemos vivir mientras las piernas nos lo permitan y si vamos acompañados jamás dejar tirado al compañero.

La montaña seguirá esperando y mucho más las del Himalaya.

De nuevo por tierras conocidas. El peyreget es un recurso para acercarse a las tierras del Midi, a su imponente imagen divisada por casi cualquier punto de nuestros recorridos pirenaicos.

Es un paseo agradable que si además va acompañado por un clima como el de ayer, te deja un buen sabor de boca, una seductora sensación.

¿Volveremos?…la edad se va imponiendo en muchos caminantes y hoy, así como otros días, se imponen rutas alternativas que permitan disfrutar sin dejar por los montes algo más que el sudor propio del esfuerzo.

Miraremos hacia delante, hacia otros objetivos alcanzables con nuestros pasos y nuestros posos. Y si podemos volver… volveremos.

El sol golpeaba con fuerza mientras nosotros transitábamos por verdes sendas. Una mañana de verano distinta a las últimas. Las elecciones nos han llevado a una mañanera por tierras navarras, cuando lo habitual es visitar el pirineo. Pero no lo hemos echado en falta. Nos hemos divertido, nos hemos empapado del verdor del paisaje y algunos nos hemos llevado a casa más de un picotazo de la fauna que puebla el bosque en esta época del año.

También nos hemos metido en un par de cuevas, donde hemos podido apreciar la formación de espeleotemas.

Así pues, una buena mañana, un buen recorrido y con una agradable compañía.

Hay montañas que se resisten a abrirse, a mostrar lo que tienen alrededor, a revelar su singularidad en torno a los que osamos pisarlas. Ezkaurre es una de esas, al menos para mí. No consigo subir en días donde el sol refleja toda la dimensión de la montaña, todo el esplendor. Siempre las nubes han cerrado la visión de su entorno.

Esta vez al menos, al bajar de sus laderas, hemos podido apreciar la magnitud de su hábitat, al disiparse poco a poco la niebla que las cubría

Un paseo por la cueva y la visita obligada a la cascada de Belabarce, han cerrado un día agradable pero con un punto decepcionante por no poder posar la vista sobre la cumbre del Ezkaurre.

Habrá que intentarlo una próxima vez.

Hoy hemos pisado terrenos nuevos, inexplorados, vírgenes para nosotros, que nos han subyugado, que nos han sorprendido por su belleza y dureza en algunos momentos. Aunque esto de la dureza siempre depende del lado desde donde se mire.

A pesar de estar tan cerca de montes por los que hemos pasado y accedido, esta perspectiva tan distinta nos ha cautivado y nos ha llevado más lejos de la pura situación de los propios montes.

Muchas veces te sientes en otra parte, perdido en la infinitud de las montañas, sobre todo si no conoces las aristas que están ocultas por no pasar por esos lugares. Todo es distinto aunque sea igual. Todo cobra otra dimensión aunque estés pegado a sitios conocidos, todo cambia según el punto de vista.

Y hoy, el punto de vista lo hemos tenido distinto, pero no distante. Diverso, cambiante y muy muy agradable a la vista.