
En un entorno gris, lleno de nubes amenazantes y con una humedad alta, nos dirgimos como es costumbre por esta época del año, a recorrer una pequeña porción de tierra cerca del mar. Pasamos de la montaña del pirineo a los pequeños promontorios cercanos a la costa, para divisar desde las alturas, el vasto océano que se intuye a lo lejos. Digo que se intuye, porque este domingo de septiembre, la luz tamizada por las nubes, se amalgama con el con el tono del mar y se pierde a los pocos kilómetros de la costa.
El paseo a pesar de ello, ha estado bien. Lleno de frutos otoñales que van despuntando y que nos han dado un toque dulce en el paseo.
La humedad también ha echo mella en nosotros, teniendo la sensación que las cuestas eran más grandes de lo que realmente son.
Al final, la dispersión de ese ambiente cargado, nos ha dejado un clima más agradable, aunque no refrescante.
Para terminar el día, la comida de los comensales del restaurante, ha sido casi más larga que alguna de las marchas del día. Eso si, no nos hemos cansado mucho ya que entre plato y plato no hemos tenido que recorrer nada, tan solo comentar lo del día y lo de varios días pasados.