Hay montañas que se resisten a abrirse, a mostrar lo que tienen alrededor, a revelar su singularidad en torno a los que osamos pisarlas. Ezkaurre es una de esas, al menos para mí. No consigo subir en días donde el sol refleja toda la dimensión de la montaña, todo el esplendor. Siempre las nubes han cerrado la visión de su entorno.
Esta vez al menos, al bajar de sus laderas, hemos podido apreciar la magnitud de su hábitat, al disiparse poco a poco la niebla que las cubría
Un paseo por la cueva y la visita obligada a la cascada de Belabarce, han cerrado un día agradable pero con un punto decepcionante por no poder posar la vista sobre la cumbre del Ezkaurre.
Habrá que intentarlo una próxima vez.
Como antigua compañera de montaña Amaya, mis condolencias a todos. Y aunque he trasladado mi pésame a Asun y a…