Si no fuera por el frio que penetra tras las ráfagas vespertinas, se diría que estamos casi en primavera. La luz va irrumpiendo y se abalanza sobre nosotros cada mañana con más prontitud. Poco a poco los campos se pueblan de verdor y algunos árboles se desperezan la cruda estación
Pero este tiempo tiene dos caras, como los montes. Y si te adentras a la cara oscura, vuelves a ver el invierno en toda su crudeza. Nieves que permanecen ancladas al terreno, formando en los refugios más sombríos grandes placas de hielo que impiden una marcha despreocupada.
Aunque también nos agrada, nos desvela, nos pone en guardia y nos procura nuevos retos. Sentir en un corto espacio la emoción de que estamos lejos, rodeados por un clima inhóspito, para en unos pocos cientos de metros, volver a vivir la alucinación de la primavera sobre el rostro, cerca ya de nuestro destino, y pensando en redondear el día con una cervecita acodado en la barra, mientras se hace la hora del regreso.
Como antigua compañera de montaña Amaya, mis condolencias a todos. Y aunque he trasladado mi pésame a Asun y a…